Sabe que ahora nadie se acuerda de él. Pero que si pasan los minutos y su equipo pierde, alguno en la tribuna lo hará. Y comentará con otro. Y recordarán que alguna vez entró y desbordó bien o hizo un gol de rebote. Y su figura en la cabeza de los hinchas, en la del técnico y en la suya será la de un salvador.
Pero también sabe que si el partido arranca con una victoria su imagen será cada vez más chica, en todas las mentes que hay en el estadio. Incluso en la de él. Si van ganando tal vez entre un rato para que descanse un jugador titular, sólo para cuidar un cuerpo ajeno. O peor, si la victoria es ajustada tal vez entre para hacer tiempo, pise la cancha y escuche el silbatazo final. ¿Cómo estará el aductor del 9, cerca del calambre cómo la semana pasada?
Su espalda contra el asiento, las piernas cruzadas, la boca cerrada, la mirada fija como un rayo láser sobre el músculo sensible de su compañero.
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