El primer mundial que recuerdo. Mientras el equipo argentino cortaba el diálogo con la prensa por un supuesto doping de un jugador, yo, en mi casa, empezaba un diálogo de sobremesa con mi viejo. Llegábamos a la conclusión riverplatense de que Batistuta era el goleador pero gracias a los pases de Ortega.
El debut de Argentina lo vi con él, mis hermanas estaban en misa con mi mamá, un domingo a la mañana. Cuando llegaron del evento sabían el resultado del partido. El párroco había comentado aquella sutil definición de Batistuta sobre el arquero japonés. 1 a 0. El fixture lento, lentísimo, se empezaba a llenar.
El segundo partido fue contra Jamaica y la risa fue para Argentina. 5 a 0 en un domingo soleado en Francia y en Villa Gesell.
El tercer partido contra Croacia cayó un día de semana, a la mañana. Una tele improvisada en el salón de actos y todo segundo grado tirado en el piso, sobre las baldosas rojas. Ganó argentina uno a cero. Gol de Pineda que me sonaba a piña. A la piña que se me había caído hacía poco arriba de la cabeza, mientras jugaba con la Ferrari de Schumacher abajo de un pino. Me abrace a Gastón y Pablo en el festejo, pero ese gol ponía a la argentina del lado más difícil del cuadro. A los siete años uno no sabe esas cosas, pero lo escuché de Pineda hace poco. Dijo algo así como: “Mis amigos todavía me cargan, dicen que si no metía aquel gol éramos campeones”.
En octavos de final se enfrentaron Brasil y Chile. Jugaba Marcelo Salas en este último. Entendí que cuando no juegue Argentina el equipo donde haya algún ex River sería el mío. Y en caso de no haberlo hincharía por el más débil, a menos que en ese equipo ataje José Luis Félix Chilavert.
En octavos de final Argentina se enfrentó a Inglaterra. Mis viejos no estaban en casa, lo vi con mi hermana y una amiga de ella de la que estaba enamorado. No me acuerdo el nombre. Bueno si, pero no importa. En la previa al partido, mientras yo intentaba hacer verticales para impresionar a mi enamorada, mi hermana jugaba un partido de futbol en una versión muy vieja del FIFA, el soccer 94, enfrentando a Argentina e Inglaterra.
En esta versión del juego un jugador que era expulsado podía correr por todo el campo y el árbitro lo seguía hasta alcanzarlo y mostrarle la roja.
Mardona, Batiste y Pasualdo eran las figuras de aquel equipo virtual argentino, que no tenía los derechos para poner los nombres originales.
Los dirigidos por mi hermana perdieron 2 a 1 contra los británicos. Parecía ser una premonición cuando Michael Owen puso el 2 a 1 para Inglaterra en el partido mundialista. Pero la realidad superó a la ficción y al rato empató el Pupi Zanetti, pasó argentina por penales y nos abrazamos con mi hermana y Julieta.
En cuartos de final nos tocó Holanda. Ellos empezaron ganando y empató el Piojo Lopez. Festejó con una remera que decía “feliz cumple viejo”, yo me preguntaba si alguna vez le dedicaría un gol al mío. Spoiler: Eso nunca pasó. Sobre el final nos metieron el segundo gol y afuera del mundial ¿Cuánto tardan en pasar cuatro años cuando tenés siete?
Me convertí en hincha de Brasil en la semifinal contra Holanda y traicioné a los brasileros en la final contra Francia.
Mi papá nunca me habló de sus mundiales. Sólo me contó una anécdota del ‘86: Cuando terminó la final que ganó Argentina fue a visitar a mi tío que, ajeno al partido, le preguntó:” ¿Sabes que pasa en el centro que hay tanto quilombo?”
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