Usted se encontrará en Instagram con una publicación sobre un taller de escritura. Le llamara la atención tal vez el diseño rudimentario del flyer, el sincero texto que lo acompaña o la foto de Julián Álvarez. No importa, lo importante es que a usted le gustaría empezar a escribir con un grupo. Entiende que dentro de la extensísima oferta de cursos de escritura que hay en internet este debe ser barato, tal vez, por lo rudimentario del flyer. Consultará y el coordinador le dirá que sí, que es gratis, porque es una especie de prueba piloto. El coordinador dirá que es un escritor novato y usted entenderá que eso es lo mejor para acompañar a alguien en su iniciación a la escritura, porque se acuerda de que es empezar. El coordinador prometerá entretenidas consignas para trabajar en clase y fuera de ella, para que usted se divierta escribiendo desde su cama un sábado a la mañana. Y así, usted pedirá las instrucciones para anotarse al taller, o sea este texto, las leerá y estará de acuerdo con ellas, les parecerán sensatas por lo que confirmará con un mensaje que dirá confirmo mi inscripción al taller. El flamante coordinador del curso dirá que en principio el taller se dictará los martes a las 18 pero el día y el horario puede ser modificado por les asistentes. Sin más, el magnífico coordinador lo agregara a un grupo de WhatsApp adónde va a depositar el link del primer encuentro. Usted abrirá el link en el día y horario correspondiente y se encontrará a un hombre de gorro: ese es el coordinador. Y usará gorro adentro de su casa porque es pelado y el calefactor no le funciona.
brunodipardo
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