Es dormirme mientras esperaba que pasaran los goles en Futbol de Primera en mi infancia. Es no querer ver Fútbol de Primera por una derrota.
Es jugar en el patio de casa a ser Aimar, Saviola o Angel. Es relatar goles imaginarios a Boca. Es festejar, como Salas, en la casa de mi abuela, el gol de Aimar contra Boca en el ’99.
Es esperar los miércoles a que salga el Suple River en Olé.
River es la camiseta que me gané en un sorteo de la Filial Amadeo Carrizo de Villa Gesell cuándo tenía diez años. La manga larga del 2000. Me quedaba enorme pero hasta hoy la sigo usando.
River es preguntarle en la playa a un rubio grandote si era Maxi Lopez.
Es escuchar solo en la radio del auto el clásico de los goles del Chelo Delgado a Comizzo.
Es rezar cien Padre Nuestro antes de la semifinal del 2004 contra Boca. Se ve que algún chico de ellos rezó doscientos.
River es ese amigo al que nunca vamos a dejar solo. Es conocer la cancha el día del niño del 2001, con mi amigo el Gaucho.
Es el mensaje de Gonza, un amigo insensible, que me cargó minutos después del descenso. Es el de Marquitos, un amigo bostero, felicitándome después del 9 de Diciembre.
Es una apuesta que le gane a Gonza en el 2010. Se tuvo que poner mi casaca de River, besar el escudo y subir la foto.
Es la ilusión de que todo va a salir bien. Es poner en el Gran DT el equipo completo porque el domingo la van a romper.
Es arrancar a ir a boxeo para descargar contra la bolsa el año en la B.
Es el mensaje de mi viejo diciéndome ¡Vamos Cabeza! después de volver a primera.
Es irme de vacaciones a Córdoba y encerrarme en un cuarto a ver el Ramirazo en una tele de 14 pulgadas.
River es caminar en el entretiempo pensando la estrategia para dar vuelta el partido.
Es recordar fechas ajenas al fútbol por cómo estaba River en ese momento. Saber que la hija de un amigo nació en 2014 porque la fui a conocer después de uno de los primeros partidos del River de Gallardo. ¿Cómo sabría en que año nació si no fuera por River?
River también es el abrazo con un desconocido en el penal de Trapito a Gigliotti, en la Centenario baja.
Es pagar una locura una entrada de reventa para ver una final que se suspendió.
Es faltar al trabajo después de la final en Madrid porque el festejo se fue de las manos.
Es enterarte que alguien que te cae mal es de River, y ya no te cae tan mal.
River es la palabra que me sale en terapia después de llorar. River me sostiene.
River le gana a mi jefe sobreexigente.
River son las dos horas de la semana en que no tengo que darle explicaciones a nadie.
River es lo innegociable.
River es la excusa para hablar con mi viejo.
River son las lágrimas que se me caen mientras termino de escribir.
A veces pienso que River es el amor que nunca le expresé a mi viejo. Que cada gol que grito es para él.
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