No voy a hablar acá del típico futbolero frustrado, sino de aquel que estuvo cerca. De aquel que solo le faltó cruzar una línea para triunfar, creerse dios y terminar tal vez, denunciado por violencia de género. No le haga caso a esto último, es solo la envidia de ser un futbolero frustrado.
JP
Él es un chileno de 47 años. Viaja cada tanto a Argentina a visitar a un primo. Y el primo le pide que cuente su historia frente a sus amigos. JP primero dice que no, que siempre le hace contar lo mismo. El primo le dice que el público se renueva. Entonces JP accede.
Aquellos tiempos
Cuenta que jugó toda la vida al fútbol y que tuvo varias lesiones.
−Dale, contales con quien jugaste. Interrumpe el primo.
JP suspira y mira a la parrilla. La carne todavía no chilla, la noche va a ser larga.
Rodea el tema hasta llegar a lo importante.
−Nací en Quetroleufú un pueblito de la montaña, todo era fútbol, fútbol y fútbol.
Cuenta que durante seis meses se fue con sus padres a vivir a Temuco, por trabajo y se sumó rápidamente a las inferiores de Colo Colo, un grande de Chile.
− ¿y cómo te fue joven maravilla? Le pregunta el primo.
JP se termina el vaso de vino y responde.
−La verdad que estaba afiladísimo, metía goles en todos los partidos.
− ¿Hasta la final no? dice el primo y se levanta a apurar al asador.
−Hasta la final, dice JP y se queda mirando la pared. Me levanto al baño y le veo los gemelos. Parece que están a punto de explotar. Miro la parrilla y la bondiola me hace acordar a algo: a los gemelos de JP.
Camino a la gloria
−La final de ida la jugamos de visitante contra la Universidad de Chile y arrancamos ganando 1 a 0 con un gol mío, de chilena.
JP cuenta que el partido terminó 1 a 1 con un gol de rebote del capitán rival. Un gol de chilena y uno de rebote.
−Lamentablemente todos los goles valen uno, dice JP.
A pesar del empate todo estaba servido para que su equipo gane el campeonato, de local, el fin de semana siguiente.
El primer tiempo del partido definitivo terminó cero a cero y nuestro capitán se perdió tres goles, sólo, abajo del arco. Lo cuenta y encoge los hombres. Le pasan un porro y le da una pitada. Tose y sigue:
−El partido fue en el estadio y después de nosotros jugaba la primera, la cancha se empezó a llenar en el segundo tiempo.
Y apenas arrancó JP vuelve a errarse un gol hecho. Él, el capitán y goleador de su equipo.
−Y la cancha cada vez estaba más llena, recuerda.
Y a la jugada siguiente el capitán rival recibió una falta en el borde del área, se perfiló para su zurda y la clavó al ángulo. 1 a 0.
− ¿Ya sacaron quién es? pregunta el primo y me mira haciéndome protagonista.
−Ni idea, le respondo.
−Fuimos a buscar el empate con todo pero nos descuidamos atrás y otra vez el capitán rival: zurdazo y 2 a 0.
El primo interrumpe porque perdió su vaso:
−ah, lo dejé en la parrilla, seguí contando artillero.
JP dice que siguieron buscando el descuento hasta que sobre el final el goleador de la U. de Chile, casi desde mitad de cancha, a los 12 años, se la clavó por encima al arquero. 3 a 0 y final del partido y del campeonato.
−Y no me quedó más que acercarme y felicitar a Marcelo Salas, cuenta JP. El asador se da vuelta y se dibuja la franja River en el pecho.
−Y bueno todos sabemos lo que fue Salas. Cierra JP.
− ¿Temuco te quería retener no?” dice el primo, con la boca llena de chizitos.
JP dice que sí, pero que regresó al pueblo con sus padres, con la idea de volver en el futuro. Y volvió, pero para ese entonces ya convencido de estudiar Nanotecnología. Lo más importante era el estudio, el estudio y el estudio. Y JP abandonó el fútbol. Y no queda del todo claro si lo intentó lo suficiente. Nadie le pregunta. El asador se entusiasma y pone un video en Youtube: Todos los goles de Salas en River.
La traición
JP piensa que la historia terminó pero el primo quiere llegar al fondo:
− Contá lo de tus viejos.
JP está con el estómago cerrado: no prueba chizitos, papitas ni salamines. Dice que el año pasado años sus padres le hicieron una confesión. En aquel torneo lo vieron jugar los dirigentes de la Universidad de Chile, y los llamaron para decirle que querían llevarlo a Santiago y que haga dupla con Salas.
−Sos nuestro Zamorano primo.
JP no responde, como si ya hubiera escuchado eso mil veces.
−En aquella época era impensado que un chiquillo del pueblo se vaya solo a Santiago. Igual no sé porque no me contaron antes.
Y como conclusión recuerda que “fueron lindos momentos”.
−Che, pongamos música que esto es un bajón, alienta el primo.
La Paz
−Acomoden la mesa, que ya estamos. Grita el asador.
La comida pasa a ser el centro de la escena. Ahora si JP pica un salamín mientras van sirviendo la carne.
La foto
En Wikipedia dice que Marcelo Salas fue el mejor jugador de la historia de su país. JP no aparece en Wikipedia. Tiene Instagram hace tres años pero todavía no hizo ninguna publicación. Tal vez esté esperando que alguien le envíe una foto que él no tiene. Una de aquel torneo del 87, y tendría que estar él haciendo una pirueta en el aire. Y atrás se lo vería de brazos cruzados, mirando la chilena, al mejor chileno de todos los tiempos.
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