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brunodipardo

Carta de suicidio

Fui hasta el muelle, caminé hasta el final, un pescador me preguntó si sabía nadar, le dije que sí. Y de esa manera, diciendo la segunda mentira de mi vida, salté al mar.

Pero claro, soy de madera. Me mojé, reboté contra los pilotes del muelle y la espuma de una ola me devolvió a la orilla.

Como todo niño prodigio me costó la adolescencia. Y la infancia. Al principio todos me querían, me pedían fotos y autógrafos. Los problemas comenzaron en la primaria. Las maestras se dieron cuenta de que no podía mentir, entonces venían y me preguntaban: ¿Quién le revoleó el borrador al preceptor? ¿Quién tiró la cartuchera de la maestra por la ventana?¿Quién se tiró un pedo y nos hizo evacuar el salón? Yo siempre decía la verdad. Pero nadie quiere a los buchones.

Tampoco podía participar en los juegos. No podía jugar a la bolita, se me resbalaban por los dedos de madera. Mucho menos los deportes con pelotas. -Eh Pinocho sos de madera, me gritaban cuando jugaba al fútbol. Nunca tuve la flexibilidad de un chico normal, no tengo articulaciones, cartílagos y ligamentos. Mi papá juntó un par de maderas y nací, punto. Él solo quería tener un hijo.

Siempre andaba con mi amigo Pepe Grillo que hacía ese zumbidito todo el día, en el salón, en el recreo, en todos lados. A mí no me molestaba, ya me había acostumbrado, era como el ruido de las agujas de un reloj, pero a los otros chicos sí: le revoleaban con gomas, banditas elásticas y hasta lo trataban de pisar.

En cuanto a las chicas, nunca pude salir con ninguna. Alguna que otra me hablaba a veces, por curiosidad nada más. Una vez fui a una fiesta y me dieron un palo de escoba para que bailara ¡hijos de puta! y eso que me había barnizado y todo para ir. El chiste fácil era: -Pinocho, te vas a prender fuego de tanta paja.

Yo quería dejar la escuela pero el viejo Gepetto me decía que el estudio era lo más importante y que mi futuro y bla bla bla. Como si alguien le fuera a dar trabajo a un hombre de madera.

Pero así y todo pude terminar y graduarme, y desde entonces trabajé en el taller de Gepetto, aunque sin su habilidad para la carpintería. Una vez me serruché la muñeca confundiéndola con el apoyabrazos de un sillón. Hace una semana Gepetto se murió en circunstancias no del todo claras: lo encontraron en la selva con un tiro en la cabeza, parece que estaba buscando un árbol especial para construirme una novia, pero fue alcanzado por un tiro de un cazador furtivo. Para colmo, Pepe Grillo está desaparecido, temo que haya sido reventado por el chancletazo de algún viejo que no podía dormir. Y así quedé: sin padre, sin novia, sin amigo, sin trabajo.

Caminaré hasta una obra en construcción muy alta. Ya sé cuál. La conocí un día que fuimos con Gepetto a llevar un mueble a una mansión. Era una cama especial para una chica que estaba en coma, se llamaba Malpemone o algo así. Pasaré por la mansión y llegando a la esquina entraré en la obra en construcción. Subiré hasta el último piso, caminaré hasta el abismo. Un albañil me preguntará si soy un pájaro. Le diré que sí. Y de esa manera, diciendo la tercera y última mentira de mi vida, saltaré. Moriré a contramano, entorpeciendo el tránsito.

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