Hacía mucho calor y salí para la heladería con el perro. Cortamos camino por la plaza y cuando pasamos al lado del tobogán te empecé a sentir, largaste una pequeña dosis sobre nosotros. Pero ya lo habías hecho durante todo el día y te habías quedado ahí, al borde del acantilado, en un amague tibio. Empezamos a caminar las cinco cuadras que nos faltaban y ahí apareciste sin dejar dudas, con toda tu furia. Corrimos a buscar un reparo. Esperamos abajo de un techo porque ¿cuánto ibas a aguantar así? Pero se sumó el viento a tu fiesta y ya ni el techo nos protegía. Lo primero que me mojaste fueron los pies pobremente cubiertos con unas ojotas, eso fue suficiente para que se me enfríe todo el cuerpo y desista al helado. Vos seguías y seguías. En eso pasó un hombre apurado, como si acabara de cometer un crimen, me dijo que venias para largo y siguió con el coraje de los que no tienen nada para perder. Esperé hasta que me cansaste cansaste y decidí pegar la vuelta a casa y enfrentarte. Antes pedí en un bar una bolsa de nylon para proteger el celular. Crucé la esquina de Ereros y Esqueda con el agua a los tobillos y ví como abrías la puerta para que entre relámpago. Ya rendido decidí disfrutarte. Es cierto, volví todo el camino rogando que no se haya apagado el termotanque de casa, como venía pasando hace unos días. Pensé en si me había quedado algún fosforo para prenderlo. Es cierto, pensé en la fiebre de mañana, pero te disfruté. Tampoco te voy a decir que hice tu danza. Pero te disfruté, porque me hiciste a acordar a los festejos de la Libertadores 2015 bajo tu bendición de humedad.
brunodipardo
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