El primer Mundial después de Diego Maradona fue mi primer Mundial. Francia 98’, con el gallito de mascota y Zinedine Zidane de figura.
Antes del debut de Argentina, Daniel Passarella, el técnico del equipo, hizo poner lonas verdes en el predio donde se entrenaba la selección en Francia, para evitar que periodistas observaran el entrenamiento. El plantel anunciaba que no tendría más dialogo con la prensa por un supuesto doping de Juan Sebastián Verón, que circulaba en los medios. Yo, en cambio, empezaba en mi casa de Villa Gesell un diálogo de sobremesa con mi viejo. Llegamos a la conclusión riverplatense de que Gabriel Omar Batistuta era el goleador pero gracias a los pases de Ariel Ortega.
El debut de Argentina lo vi sólo con mi viejo mientras mis dos hermanas estaban en misa con mi mamá, un domingo a la mañana. Cuando llegaron del evento sabían el resultado del partido, el párroco había comentado aquella sutil definición de Batistuta sobre el arquero japonés para poner el 1 a 0 final. Estaba más contento por empezar a llenar el fixture que por la victoria.
El segundo partido contra Jamaica resultó una fiesta. La risa fue para Argentina. Show de Batistuta y Ortega. 5 a 0 en un domingo soleado en Francia y en Villa Gesell.
El tercer partido contra Croacia cayó un martes a las 11 de la mañana. Argentina ya clasificada a octavos de final mezcló titulares con suplentes. Lo vi en la escuela, estaba en segundo grado. Ganó argentina uno a cero. Gol de Mauricio Pineda. Me abrace en el festejo con Gastón y Pablo sin saber que ese gol nos complicaba el campeonato. Argentina clasificaba primero pero se tenía que enfrentar a Inglaterra en octavos de final, mientras que Croacia, el segundo del grupo, tuvo que enfrentarse a Rumania en octavos y a una Alemania gastada en cuartos, llegó hasta la semifinal y tuvo al goleador del mundial, Davor Suker. Pero claro, uno cuando tiene siete años no piensa en esas cosas y los jugadores parece que tampoco.
Pineda dijo en una entrevista a página 12 en 2018 que “Si ves el camino que agarró Croacia y hasta dónde llegó sin jugar un gran fútbol, te planteás por qué no perdimos y listo. Pero no lo pensás en el momento. En un Mundial de fútbol no es así. Aparte, ¿cómo te vas a dejar perder? Sos Argentina”.
En octavos de final se enfrentaron Brasil – Chile. Jugaba Marcelo Salas en este último. Entendí que cuando no juega Argentina el equipo en donde juegue algún ex River sería el mío.
También entendí que si no juega Argentina y no hay ex jugadores de River hincharía por el equipo más débil, aunque en este último ataje José Luis Felix Chilavert. Eso pasó viendo Paraguay-Francia en octavos de final.
En esa instancia Argentina se enfrentó a Inglaterra. No sé porque pero mis viejos no estaban en casa y lo vi sólo con Paula, mi hermana melliza, y una amiga de ella de la que estaba enamorado en secreto, Martina. En la previa al partido, mientras yo intentaba hacer verticales para impresionar a mi enamorada, mi hermana jugaba un partido de futbol en una versión muy vieja del FIFA, el soccer 94, enfrentando a Argentina e Inglaterra.
En esta versión del juego un jugador que era expulsado podía correr por todo el campo y el árbitro lo seguía hasta alcanzarlo y mostrarle la roja.
Aejio Mardona, Luis Batiste y Jose Pasualdo eran las figuras de aquel equipo virtual argentino. Pasé tardes enteras viendo a que jugador real le correspondía cada nombre.
Los dirigidos por mi hermana perdieron 2 a 1 contra los británicos que contaban con William Hawkins, John Mann y Bing Gordon. Parecía ser una premonición del partido mundialista cuando Michael Owen, de 18 años, puso el 2 a 1 para Inglaterra en un contraataque. Pero en el juego hasta se podía jugar sin offside así que tampoco había que creerle mucho.
En un jugada entre dos que nunca envejecerían: Juan Sebastían Verón y Javier Zanetti, llegó el empate con un zurdazo del defensor del Inter. El empate se estiró hasta los penales.
Para Argentina convirtieron Sergio Berti, Juan Sebastián Veron, Marcelo Gallardo y Roberto Ayala. Se lo atajaron a Hernán Crespo que al ser de River me dolió un poco más. El arquero argentino, Carlos Roa, atajo dos. El segundo que le dio la victoria a Argentina, a David Batty.
Estábamos en cuartos de final.
Mi viejo, ante mi entusiasmo, me decía que Argentina algún partido iba a perder. Yo pensaba por dentro que si perdíamos un partido a esta altura quedábamos afuera. Supongo que me preparaba para que una eliminación no sea tan dura.
El rival de cuartos fue Holanda y el partido fue un sábado a la tarde. Se puso arriba el equipo europeo con una hermosa definición de Patrick Kluivert que festejó como tomando sol en Ibiza. Empató Claudio López después de recibir un pase de Verón, amagarle a Edwin Van der Sar y filtrar la pelota entre las piernas del arquero holandés. Festejó con una remera que decía “feliz cumple viejo”, yo me preguntaba si alguna vez le dedicaría un gol al mío. Después del empate tuvimos dos chances, Batistuta y Ortega acertaron dos tiros en los palos. Pero el Burrito quedaría en la historia por darle un cabezazo a Edwin Van Der Sar, e irse expulsado luego de que el árbitro no le cobrara lo que no era una falta dentro del área.
“En el mundial 98’ perdimos por mi culpa” dijo Ortega veintiún años después en un programa de televisión.
Algo de eso hubo, pero también hubo mucho de Dennis Bergkamp, un delantero holandés que bajo un pelotazo de 50 metros, hizo pasar de largo a Ayala con un toque y con la cara externa del pie derecho venció a Carlos Roa a los 89 minutos del partido. Sólo quedó tiempo para que Roberto Sensini intentara una chilena en el área holandesa que terminó en las manos de Van der Sar. Faltaban cuatro años para el próximo Mundial, una eternidad. Por primera y única vez lloré por un partido de Fútbol. Me convertí en hincha de Brasil en la semifinal contra Holanda y traicioné a los brasileros en la final contra Francia.
Mi papá nunca me habló de sus mundiales. Sólo recuerdo una anécdota del Mundial 86. Cuando terminó la final contra Alemania, mi viejo, que vivía en Villa Gesell, fue a lo de mi tío, y este, totalmente ajeno al futbol le preguntó: ¿Sabes que pasa en el centro que hay tanto quilombo?
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