Cabe aclarar que por cruel que suene esta enumeración tiene como objetivo la independencia del ya no tan joven muchacho y, principalmente, la de sus padres.
Usted deberá proseguir a despersonalizar su cuarto. En cuanto tenga la oportunidad no dude en pintar de blanco las coloridas paredes de la habitación. Aproveche la ocasión y descuelgue los pósters de Goku y el conejito Saviola; deberá reemplazarlos, por ejemplo, por un espejo, en el que su hijo se verá reflejado y tomara conciencia de las dimensiones de su cuerpo, de su barba desprolija, sus entradas y de la forma en que desentona con ese cuarto de la niñez.
Deberá descolgar también la foto del viaje de egresados a Bariloche y reemplazar el acolchado de Los Picapiedras por uno gris.
Tendrá que iniciar una silenciosa invasión hacia su cuarto y comenzar a utilizarlo como depósito. Lleve ropa que ya no use, suya, de su mujer o de quien sea, lo importante es que la víctima comience a sentir incomodidad.
El mayor esfuerzo que deberá realizar consiste en reducir el confort del hogar mientras dure el proceso. Deberá disminuir la cantidad de megas de internet, dar de baja el pack fútbol, bajar la calefacción en invierno o no usar los aires acondicionados en verano.
Renuncie a sus dotes de cocinero durante el proceso.
No deberá sintonizar más El Zorro durante los almuerzos.
Su mujer, la madre del no-niño tendrá que estar de su lado, formarán un equipo , de no ser así, podrá ser usted el que termine abandonando su propio hogar.
Si no sigue estos pasos su intento por liberarse de su hijo será (cómo dijo el Sargento García sobre el zorro) "cómo ir tras el viento".
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